La mayor condecoración romana era la Corona Cívica con hojas de roble, concedida a cualquier rango por salvar la vida a un camarada en combate. Otras condecoraciones al valor de rango inferior eran los torques, las pharalae (placas de metal que se colgaban del arnés), las armillae (pulseras o brazaletes), los premios en metálico y los ascensos. Las coronas, lanzas y banderas solo se concedían a partir del rango de centurión.
La disciplina legionaria era dura. La cobardía en combate o dormirse en una guardia eran castigadas con el fustuarium (azotamiento hasta la muerte por parte de sus propios camaradas), con una paliza o la degradación según la gravedad de la falta cometida. Si toda la unidad cometía una falta grave en acto de servicio podía ser castigada con la decimacion (se ejecutaba a uno de cada 10 hombres). Otras faltas menores eran castigadas con una dieta temporal a base de la odiada cebada, desfilar cargados de peso o retirarles su cinturón militar, cingulum (el símbolo de su identidad legionaria).